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Meteorito GRA 95229. Créditos: Arizona Board of Regents |
Vaya por delante que sin ser un experto ni en Geología ni en Biología, me considero defensor de la teoría de la
litopanspermia en la medida que las caídas de
meteoritos pudieron acelerar la aparición de la vida inyectando ingentes cantidades de calor y moléculas esenciales, tal y como apunto en el
post que publiqué en el blog
Cosmo Noticias.
Recientemente han sido publicadas varias noticias sobre el estudio de varios meteoritos procedentes de asteroides donde dicen haber hallado vida. Pues bien, seré claro: en mi opinión, es falsa. ¿Por qué? Los motivos son varios, pero todo comienza por una mala praxis en la investigación no atendiendo a protocolos ni de
Geoética ni de Protección Planetaria para analizar las rocas procedentes del espacio.
Como precedente, en 1996 el investigador de la NASA David McKay publicó en la revista
Science que encontró trazas de vida en un meteorito de procedencia marciana. Pero finalmente, la tecnología dictó que el meteorito fue contaminado con material biológico procedente de nuestro planeta, obteniendo pues lo que se conoce en Protección Planetaria como un falso positivo.
Pasados 15 años de esta noticia, la semana pasada Richard Hoover, otro científico de la NASA, publicó un artículo en
Journal of Cosmology, revista de dudoso rigor científico, en el que dice haber encontrado restos fósiles en diversos meteoritos asteroidales. P. Z. Myers, biólogo de la Universidad de Minnesota, tiene publicada en su
blog una clara opinión sobre esta revista, diciendo que "consiste en un rudimentario y feo sitio web que parece que fue absorbido por un agujero de gusano en la década de 1990, y publica grandes cantidades de ruido vacío sin una sustancial restricción editorial". Cabe destacar que la propia agencia espacial americana se ha desvinculado del estudio de Hoover diciendo en un comunicado que "la NASA no puede apoyar una afirmación científica a menos que haya sido revisada por sus colegas y profundamente examinada por otros expertos cualificados".
Jesús Martínez Frías, del Centro de Astrobiología (CSIC-INTA), me comentó que "llama la atención que (...) se elija una revista que no forma parte del circuito científico clásico". Seguramente Hoover sabía de antemano que no lo publicarían en revistas de prestigio debido al poco rigor científico de los análisis. Por otra parte, Carlos Briones, también del Centro de Astrobiología (CSIC-INTA) me dijo que "desde el principio ya me sonó a contaminación evidente". Además, para Martínez Frías hay otro punto muy importante, ya que "utiliza como biomarcadores minerales como los carbonatos y la magnetita -que en todo caso podrían ser geomarcadores de actividad biológica- y es muy extraño, como indica el autor, que la vida crezca en un asteroide pues, además de no explicar cómo, todos los modelos parecen indicar que los meteoritos más plausibles -en los que podría haber vida- serían los planetarios, pues la vida también requiere para su desarrollo una vitalidad geológica".
El artículo de Hoover podría teñir de sensacionalista la teoría de la litopanspermia y, tanto artículos poco rigurosos de este estilo como revistas del tipo
Journal of Cosmology, pueden desvirtuar grandes investigaciones como la publicada recientemente por Sandra Pizzarello
et al. en
Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) donde se muestra un estudio del meteorito GRA 95229 caído en la Antártida que pudo plagar nuestro planeta de grandes cantidades de amonio, pudiéndo así acelerar el proceso de creación de vida. ¿Cuál es la diferencia? Que el artículo de
PNAS sí que ha pasado todos los controles de los árbitros de la revista para asegurar el rigor de la investigación y, además, ésto si que sigue el rumbo de la litopanspermia.
Si hubiese un hallazgo convincente que ofrezca presencia de fósiles de microorganismos en meteoritos, cualquier revista científica estaría dispuesta a publicar el descubrimiento, que por otra parte, marcaría un antes y un después en la Historia de la Vida. Pero, por desgracia, siempre nos encontramos artículos carentes de solidez científica; por suerte, gran parte de la comunidad científica está concienciada y no duda en tomar cartas en el asunto para desmentir todos estos artículos que no hacen más que manchar el mundo de los que queremos hacer buena ciencia.
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