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14 de febrero de 2011

La otra Europa

Detalle de la superficie del satélite Europa obtenida por la sonda
Galileo. Créditos: NASA/JPL/University of Arizona/University
of Colorado.
Cuando la inmensa mayoría de la gente escucha la palabra Europa, le suele venir a la mente ciudades como París, Madrid o Bruselas. Pero para un reducido grupo de personas -entre los que me incluyo- cuando escuchamos esa palabra no pensamos en ciudades, monumentos o países del viejo continente. Lo que nos viene a la cabeza es el satélite helado del coloso Júpiter; en mi caso concreto, imagino su corteza de hielo rasgada con filamentos rojizos ricos en sales, dándole un aspecto inconfundible frente a otros cuerpos del Sistema Solar.

Las lunas de Galileo

La primera persona de la que se tiene constancia en observar Europa fue Galileo Galilei con su pequeño telescopio el 7 de enero de 1610, aunque hay una vertiente que opina que fue el astrónomo alemán Simon Marius el verdadero descubridor de estas lunas unos días antes. Sea cual fuere el verdadero descubridor, se observó que Júpiter era orbitado por un conjunto de 4 satélites que posteriormente fueron llamados galileanos en honor al astrónomo italiano. Años más tarde se amplió el catálogo de satélites del gigante gaseoso donde actualmente se han cifrado un total de 63 lunas.

Aunque Europa es el menor de los galileanos no por eso es el menos importante ya que Europa está rodeada por una capa de hielo pero bajo ella parece haber un océano salado donde se pueden dar condiciones de habitabilidad, lo que le confiere un gran interés. Mi compañera Olga Prieto Ballesteros, doctora en geología planetaria del Centro de Astrobiología (CSIC-INTA) me comentó que "explorar Europa es un nuevo reto para planetólogos y astrobiólogos".

El poder de las mareas

La trayectoria del satélite alrededor del planeta joviano es muy elíptica, lo que provoca que las fuerzas de marea sean mayores cuanto más cerca se encuentren, esto hace que haya tensiones en el interior, se deforme y se produzcan las vistosas grietas rojizas de su superficie.

Pero lo que para mí es la consecuencia más importante de estas fuerzas es lo que algunos conocen como calentamiento por mareas, permitiendo la fusión del hielo y formando el océano de Europa. "Hasta ahora nuestro concepto de habitabildad se centraba en la superficie de los planetas, pero Europa rompe con esa afirmación, y nos fuerza a mirar en el interior", afirma mi compañera. Parámetros como la temperatura que alcance el agua serán cruciales para determinar si las condiciones permiten la existencia de vida, que se piensa será muy parecida a la que se podría encontrar en el lago Vostok situado en el continente antártico. "En las décadas que vienen -argumenta Olga- las misiones espaciales tendrán que determinar las condiciones físicas, químicas y geológicas de la subsuperficie, y comprobar si el océano de Europa es o no hostil para la vida".

Planes de futuro

Si todo va sin contratiempos, la exploración in situ de Europa podría comenzar en 2020 con el lanzamiento de la misión EJSM/Laplace (ESA/NASA), la misión está todavía planificándose y ha sido fruto de una dificil decisión entre explorar este satélite o volver a Titán, pero la misión Cassini-Huygens ya ha tenido la oportunidad de explorar el satélite de Saturno. En esta ocasión, es el turno de Europa.

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